Ocho.

 Rabia y odio, sentimientos que siempre acechan para salir;o que siempre están presentes y esperan algún detonante para agradar este bolo de flemas hediondas.

Juntarme con gente que aún me llama por mi death name, responder a esa que no soy por puro consenso (como el que sucede con mi familia). Lo único que nos ata es un pasado de drogas y alcohol. Aunque el territorio fue el mismo hace una década, los materiales de las casas se diferenciaban por mucho, y ese mucho me refiero a que siempre he sido yo, la pobre, la otra. 

Una incomodidad que había olvidado como se sentía, tan monstruosa y a la vez familiar. Si hago un recuerto de mi historia con ellos, siempre sucedió de esa forma. Yo empequeñecido en una casa de abode, y ellos en sus grandes casas , de dos pisos y con alfombras que cubren el piso completo de las piezas.

Este recuerdo de inconformidad me reafirma mi decisión de haberme distanciado;que si bien ya soy bien ingrata, este mutismo a tomado una posición. No quiero volver a verlos nunca más. Que asquea, me asquea su comodidad y su egoísmo. Tan cagao los cuicos  culiaos. 

Me arrepiento de haberme encontrado nuevamente con esas amistades que sostuve (a duras penas) en mi adolescencia. Aunque nos conozcamos de primero básico, no seguiré la misma lógica de tener vínculos estáticos, y eternos como el matrimonio o la familia. 

Quise robarme tantas cosas, que este quiebre amistoso se haga de una vez y por algo material. Quedar de ladrona de mierda, hedionda, extraña culia que usa palillos chinos en los tomates, la gila que se ríe ostentosa solo para tener la oportunidad de pedir puchos.

Yo estaba bien tranquila(por fuera) sentada, cuando de repente, una mano aprieta la.bobina de un perfume dulce y me rocía y me envuelve. Acto seguido se lo echan a la marikona que me acompaña. Yo sé que soy hedionda, y no porque tenga buen olfato y sea sensible a los olores, si no porque me se de un ph fuerte como el de mi abuelo, y además porque hoy en la tarde se me anduvieron parando unas moscas por el cuerpo. Yo sé que soy hedionda y convivo con eso, tan bien, que pocas veces me urjo. Pero me han hecho notar que estoy tan hedionda que es necesario mezclarme con el dulce perfume que tanto le gusta para que yo sea de su agrado, y primero yo que soy la causante de su malestar, luego la marikona y después al ambiente. 

Rabia y odio es lo que cabe en mi, rabia por haber ido, por saber que existe gente así y porque si hubo un momento en que pensé que el cariño que les creía tener era lo suficiente para pasarla bien, ya no me quedan acuerdos ni intenciones, chaito. Yo seguiré con mi cutrerio.


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