Veinticuatro.

 Me chupa esta entrepierna que huele tanto a orina, la falta de confort y la lycra no respirable me deja con ese olor a humedad, como el imaginario de un pichi amarillo.

Esta persona, un niño con cara de que la vida lo ha tratado tan bien, tan rubio y humanitario me lame las gotas restantes que mis pelos no han absorbido.

Es tan patético que me dan ganas de matar a su perro, dejarle el living manchado de sangre.

Su refri huele a mar, el quiere ser un chungungo pero su melatonina solo se limita a manifestarse en forma de pecas cafeclaro por todo su cuerpo blanco, blanco como el privilegio. 

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