cuarenta.

Aun sobre la cama, puedo sentir la vibración de las gargantas desgarradas, gritando mi nombre, llamándome desesperadas. Me he subido rápido, mis pies descalzos ya no soportaban todo ese ruido debajo de las tablas de madera que cubre la tierra, el miedo a tal decorosa proposición enciende mi alerta del instinto y prefiero evadir, evadir y subir a la cama para intentar dormir. 
Toda la noche los escucho, si me quedo bien quietecita puedo sentir como los fierros del catre tiemblan levemente, no es el pulso de mi corazón, ese ya no bombea sangre desde hace algunas décadas. 
¿Como haré para callarlxs? 
El día comienza nuevamente, duerme la mayoria, solo van quedando los que a su espíritu el odio los invadió a tal manera que ya ni el cansancio sienten. Su dureza es proporcional a su convicción. De esos ya no espero ningún segundo de silencio, su agónico canto será la canción ambiental que mi cuerpo tendrá que experimentar mientras siga divagando en esta pieza. 

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