Treintayseis.

 Hay una mesa en medio de la habitación de material ligero. Puse dos sillas, una enfrente de la otra.

Saliendo de mi casa montada sobre la bici, se sale el ultumo perno oxidado que sostenía el canastillo al manubrio y se me cae todo al suelo; los audífonos, un encendedor, la cadena, un palo de chupete solo con el envase, y muchas colillas y boletas de botillerias y cajas vecina, todo desplozado alrededor de la rueda delantera. 

Llego cargada de alcohol a la kasa, me estuve encargando de coordinar ademas la comida delivery. Abro la puerta con la llave que me acabo de conseguir y saco las botella del canasto que estuve arreglando con unos pernos chamullentoo y un alambre duro, en la estación pasada.  Dejo la bolsa sobre un mueble, me devuelvo a entrar a los perros, y siento como se estrella la bolsa contra el piso, la cerveza empieza a derramaderramarse, rebosa fuera de su envase de lata, suena el gas keriendo escurrirse en todo el suelo. Me maldigo por ser tan torpe y por el olor que quedan en mis manos luego de recoger todo. 

Estoy sentada en una de las sillas, frente a la mesa que tiene comida y bebestible. Estoy sola, esperando que alguien llegue, que me saque este sueño que se me va acumulando mientras escribo esto.

No te puedo ir a recoger, estoy bastante débil.


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